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Acaba de publicarse el resumen del informe de expertos de la plataforma intergubernamental científica y política sobre biodiversidad y servicios de los ecosistemas (IPBES). Sus conclusiones invitan a la Agence Française de Développement (AFD) a integrar mejor la biodiversidad en el conjunto de sus actuaciones.

Gilles Kleitz biodiversité AFD

¿Qué nos puede decir sobre el informe del IPBES publicado el 6 de mayo?

Gilles Kleitz: En primer lugar, es una mina de información extraordinaria sobre el estado de la biodiversidad a escala planetaria. Es la primera vez que se realiza una labor de síntesis de este tipo. Por supuesto, la conclusión es terrible: aproximadamente dos tercios de los ecosistemas están deteriorados, al igual que los servicios que nos prestan.

Apoyándose en los datos, el informe muestra que si seguimos con el dispositivo actual de políticas públicas nacionales e internacionales, no lograremos invertir la tendencia. Los 20 objetivos de Aichi sobre biodiversidad, adoptados en el 2010, no van a cumplirse... Hacen falta cambios importantes. 

A nivel más amplio, la labor del IPBES convierte la biodiversidad en uno de los temas cruciales para nuestro futuro, a la altura de la economía mundial, la gobernanza o las cuestiones sociales.  Ya no estamos ante una ecología aislada de todo lo demás... El informe del IPBES la reinstaura como una cuestión vital de desarrollo para las próximas décadas.

¿Cómo invertir la tendencia?

Actualmente las políticas públicas, en particular económicas y sociales, no tienen en cuenta la biodiversidad. Hace falta que los Estados asuman sus responsabilidades como hicieron en la COP21 de 2015: tienen que comprometerse con trayectorias nacionales favorables para los ecosistemas, reducir drásticamente la degradación directa o indirecta y restaurar lo que deba restaurarse.

Se trata de definir zonas de protección y de uso sostenible mucho más amplias, así como políticas que generalicen y masifiquen la producción y el consumo sostenibles, con limitaciones drásticas de la contaminación y un marco normativo que obligue a las economías a asumir sus costes medioambientales residuales. La utilización sostenible de los ecosistemas debe convertirse en una regla general para la humanidad, efectiva, de cumplimiento legal y con prohibiciones. Como con el Clima, de ello depende nuestra supervivencia a un plazo relativamente corto.

Conservar los ecosistemas es posible si se incorporan los cambios de gran calado recomendados por el IPBES al futuro acuerdo COP 15 en China.

Gilles Kleitz, director del departamento de Transición Ecológica y Recursos Naturales de la AFD

El año que viene se celebrará en China la 15ª conferencia de las partes (COP 15) del Convenio sobre Diversidad Biológica. Es una etapa clave en la que deberán fijarse nuevos objetivos globales en relación con la biodiversidad. El reto está en hacer que, esta vez, los Estados, los actores económicos, las administraciones y la sociedad civil cumplan los objetivos. Mantener los ecosistemas en buen estado es posible si se incorporan los cambios de gran calado recomendados por el IPBES al futuro acuerdo de la COP 15 en China. Debemos hacer todo lo posible para instaurar un mecanismo de implicación nacional voluntario, verificable y agregable, al igual que con el clima. 
Una de las claves para lograrlo es que las delegaciones de los países en la COP tengan poderes políticos de negociación que vayan más allá de los ministerios medioambientales. Ahora bien, vamos con mucho retraso, tanto en Europa y en Francia como en los países de actuación de la AFD. La movilización de los ciudadanos resulta, por tanto, esencial, como están demostrando los jóvenes con el clima, pero también de las empresas y los territorios, que tienen que asumir su parte de responsabilidad.

¿Qué soluciones puede aportar la AFD?

Me gustaría que se aplicaran las recomendaciones del informe del IPBES en nuestras actividades en materia de urbanismo, agua, economía y financiamiento, energía, agricultura o en también nuestros enfoques territoriales.  Los compromisos del G7 de este fin de semana a favor de la biodiversidad van en el mismo sentido. En 2018 destinamos 450 millones de euros para la conservación de la biodiversidad, lo que supone el 3 % de nuestra actividad, en particular en la gestión de zonas protegidas, la protección y la explotación sostenible de bosques y océanos o el fortalecimiento de las capacidades de los ministerios medioambientales de los países. Un tercio de esta cuantía corresponde a cobeneficios procedentes de la agroecología y el saneamiento del agua.

El objetivo es integrar mejor la biodiversidad en todas nuestras actividades. Ello implica incrementar nuestras inversiones, pero también asegurarnos de que los proyectos realizados en nuestros ámbitos de actuación (agua, urbanismo, transporte, energía, salud, deporte...) sean al mismo tiempo beneficiosos para la biodiversidad.

Cada año se destinan alrededor de 50 000 millones de euros de dinero público para la protección de la biodiversidad en el mundo, el 85 % en los países ricos y aproximadamente 6000 millones en ayuda pública para el desarrollo (APD) en los países de bajos ingresos. Pero, como recuerdan los informes del IPBES y de la OCDE, la biodiversidad necesita entre 150 000 y 200 000 millones de euros al año. Una cifra que se contrapone con los 500 000 millones inyectados cada año en las economías en forma de subvenciones nefastas para los ecosistemas (combustibles fósiles, agricultura intensiva, pesca no sostenible…).

No hay duda: los financiamientos en beneficio de la biodiversidad no procederán mayoritariamente de los presupuestos públicos, sino del sector privado. Esto nos obliga a reflexionar sobre la manera de convencer a los inversores privados para financiar la producción y el consumo sostenible. Este es el desafío de los próximos diez años y que requiere que las finanzas mundiales adopten una nueva perspectiva de largo y muy largo plazo.
Hay que convencer a los inversores de que asuman riesgos diferentes y de que quizás el retorno de la inversión sea inferior, pero tendrá un mejor impacto en la biodiversidad. Para la AFD, el reto principal está en proponer productos financieros que promuevan la movilización a favor de la biodiversidad en sus países de actuación. Otros organismos de financiamiento, como el BID, el KfW y el BEI están trabajando activamente en este frente. 


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