Es función de la ayuda pública modificar la ruta de una economía que avanza, en ocasiones rápido, pero no siempre en la dirección correcta. En realidad, se trata de reorientar los montos existentes para construir un mundo diferente, más ecológico e igualitario. Esta reorientación tiene un costo, como lo tiene toda acción pública. Pero, a mediano y largo plazo, genera importantes beneficios.
El mundo de 2030, ese hacia el que apuntan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se construye con las inversiones de hoy. Cada año, las economías del planeta invierten alrededor de 20 billones de dólares y con esta cantidad fabulosa, preparan el mundo de mañana. Pero, ese mundo que describen los ODS, ¿es acaso el mundo que deseamos? Desgraciadamente no, o en todo caso no de manera suficiente.
Las “3d”
La ayuda al desarrollo es también uno de los ejes de la política internacional de los países. Desde ese punto de vista, es el reflejo de la manera en la que conciben el mundo… En el Reino Unido, el objetivo es contribuir a un mundo próspero y en paz, benéfico para una nación en la que gran parte de su riqueza proviene del comercio internacional. En Alemania, es más una actitud de generosidad y de redistribución como corresponde a una nación próspera. En Francia, se piensa más en contribuir a regular la globalización, fenómeno que en ocasiones se percibe como una fuente de peligro.
La política de ayuda al desarrollo muy a menudo se articula con la defensa y la diplomacia: son las “3D” de la acción exterior de un país.