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batracien, biodiversité, nature
La 14a conferencia de las partes en la Convención sobre la diversidad biológica (CDB) se está llevando a cabo en Sharm El Sheikh, Egipto, del 13 al 29 de noviembre del 2018. Para Gilles Kleitz, director del departamento de Transición ecológica y recursos naturales de la AFD, es una etapa importante para la preparación de un acuerdo global en 2020 sobre la biodiversidad, mismo que permitirá finalmente mejorar la inclusión del capital natural y de los ecosistemas en la economía mundial.
¿Qué balance se puede hacer del Convenio sobre Diversidad Biológica, a más de 25 años de haber entrado en vigor?

En el convenio de Río se originaron numerosos avances: permitió principalmente que cada país estableciera estrategias nacionales en favor de la biodiversidad; acompañó la implementación de un plan mundial de desarrollo de las áreas protegidas e instituyó el principio de la diversidad como bien público accesible a todos, con el fin de evitar el riesgo de su acaparamiento; y fijó igualmente, las metas de Aichi (20 objetivos relacionados con la biodiversidad para el período 2011-2020).

Sin embargo, estas recomendaciones y propuestas no son de aplicación obligatoria. Las estrategias nacionales no cuentan con un verdadero sistema de rendición de cuentas. Además, los esfuerzos interministeriales no se llevaron a cabo de forma suficiente, principalmente en los sectores clave como: la industria, el transporte, la agricultura o el desarrollo urbano.


 

Gilles Kleitz, expert Transition écologique
Gilles Kleitz © AFD

¿Cuál es el objetivo de esta 14a conferencia de las partes?

Se tratará sobre todo de preparar el acuerdo que deberá conseguirse en el 2020 en Pekín, durante la COP15. El acuerdo de Pekín tiene vocación a convertirse en el equivalente para la diversidad del Acuerdo de París sobre el clima; es decir, un acuerdo mundial y global que permita de forma sistemática y ambiciosa revertir el fenómeno de la degradación del capital natural. Éste implicará idealmente compromisos por país, con responsabilidades, con un modo de medición homogéneo que permita comparar el esfuerzo que se realizará a nivel mundial.

Es la arquitectura de este acuerdo la que estructurará las ideas en Sharm El Sheikh… Por ejemplo : ¿Hay que reforzar las estrategias nacionales o imaginar planes sectoriales más firmes? ¿Es necesario que los mandatos gubernamentales en la COP se queden a nivel de los ministros del medio ambiente o deben pasar al nivel de los jefes de gobierno? Se evocarán muchos puntos estratégicos tanto de manera formal como en los pasillos.

¿Qué temas llevará la AFD a Sharm El Sheikh?

Acabamos de presentar en el foro Business y Biodiversidad, el grupo de trabajo sobre biodiversidad, establecido dentro del Club de los bancos de desarrollo (IDFC). La idea es simple: estimar mejor los impactos positivos y también negativos, relacionados con los financiamientos de los bancos de desarrollo. Es un punto esencial que permitirá tener un mejor diálogo con las empresas implicadas; algunas de ellas ya trabajan en reconocer la forma en la que sus actividades dependen de la biósfera. Como órgano público de financiamiento del desarrollo, nuestro rol es mejorar los estándares y el impacto de nuestras inversiones, así como garantizar que los sectores económicos se comprometan en un proceso de progreso. Esto es esencial: se trata de preparar el camino hacia una finanza pro-naturaleza.

La otra preocupación de la AFD es el formalizar las soluciones que propone a los países africanos para preparar este acuerdo global sobre la biodiversidad. Trabajamos de esta forma en una facilidad que será dedicada específicamente a este apoyo.

¿Es posible frenar la pérdida de la biodiversidad?

Sí, si nos orientamos hacia una mejor retribución del capital natural. Actualmente producimos 80 billones de dólares de PIB anual a escala mundial, sin embargo, no se destinan más que 50 a 60 000 millones al mantenimiento de los ecosistemas… Menos de una milésima parte. Es muy poco tomando en cuenta todos los servicios y soluciones que nos ofrece la naturaleza. Es realmente muy poco para el mantenimiento de lo que podría asimilarse a un seguro de vida para la humanidad.

Una mejor retribución quiere decir que la pesca pague un poco más por el mantenimiento de los océanos, que la industria maderera pague un poco más por la protección de los bosques, que las industrias manufactureras reduzcan significativamente todos sus impactos, que los representantes voten un poco más de presupuesto en favor de la naturaleza, que la finanza tome un poco más en cuenta los impactos de sus inversiones, que la distribución compense las superficies artificializadas, que los consumidores contribuyan también a ser más exigentes, etc. Es un conjunto que implica a todo el mundo.

Según los pronósticos, habría que destinar del 0.1 al 0.2% del PIB mundial en el mantenimiento de la biodiversidad para revertir el fenómeno. Es mucho, pero es posible. Es un nivel de compromiso que es, por ejemplo, menos radical y costoso que la transición hacia una economía sin emisiones de carbono.

¿Qué es lo que actualmente frena este cambio?

En el contexto de la crisis ecológica actual, la biodiversidad adquiere un valor extremadamente alto, sobre todo si nos proyectamos a un muy largo plazo: 30, 50 años o más. Sin embargo, nos cuesta trabajo considerar el largo plazo. Actualmente, la economía recompensa principalmente el corto plazo.

Tomar en cuenta a la biodiversidad implica entonces la renovación de nuestro marco de pensamiento – y de análisis económico – para integrar mejor el largo plazo, es decir integrar al planeta.

¿Qué soluciones concretas ofrece la AFD en la práctica?

Financiamos numerosos proyectos ejemplares de zonas protegidas. Por ejemplo, el proyecto de la reserva de Marsabit en Kenya, en el que apoyamos la existencia de un espacio que es fuente de recursos naturales – agua, madera, forraje, animales – para todo un territorio y sus habitantes. El proyecto refuerza este espacio y la repartición de los recursos naturales a su periferia. Permite también estabilizar y proteger un territorio y de inscribirlo en una dinámica a largo plazo.

Ayudamos de esta forma a nuestros socios a crear zonas protegidas viables desde un punto de vista económico, es decir, que preserven la naturaleza tanto como promueven el valor local, turístico, artesanal… ¡Si eso no es protección…!

Igualmente, convirtiendo los espacios naturales en plantíos o en ciudades para responder a las necesidades urgentes a corto plazo, alojamiento o alimentación; producimos mucho valor de golpe, pero en 50 años se pierde… Si no hubiera sido destruido, el valor obtenido de los ecosistemas sería más importante. Es una de las causas del drama actual, los ecosistemas producen valor que es preferible conservar a muy largo plazo y utilizar sus productos sin destruir el capital.