En Colombia, al igual que en otros países de América Latina, los menores todavía reciben condenas de encarcelamiento por los tribunales. Es para que esta situación evolucione que la asociación Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE), con el apoyo de la AFD a través de su dispositivo Initiative ONG, milita para que los menores no sean sistemáticamente recluidos y sigan viviendo « una infancia sin rejas ».
Para lograrlo, el BICE se asoció con la congregación de los Terciarios capuchinos que maneja los centros de orientación juvenil en Colombia desde 1998. En materia de capacitación e incluso académica, los Terciarios capuchinos colaboran con el Centro de formación de promotores juveniles (Cenfor) que desarrolló programas escolares adaptados.
En un barrio marginal de Soacha, en la periferia de Bogotá, la asociación El Club Amigo Soacha propone una alternativa a la reclusión para 120 jóvenes con una trayectoria de vida a menudo compleja y violenta.
En este centro, la educación es la piedra angular de los programas propuestos a los adolescentes. Es así como Cenfor desarrolló programas académicos « a la carta » para estos jóvenes a veces no escolarizados desde hace varios años.
El equipo pedagógico está especialmente formado para enmarcar a estos jóvenes. Está permanentemente a su escucha, los motiva diariamente mediante rituales elaborados conjuntamente. Es así como los alumnos empiezan su jornada recitando un texto positivo. Sobre todo, nunca nos juzgamos, para descartar cualquier tipo de estigmatización. Juntos, alumnos y profesores, construyen un proyecto de vida para que la « nivelación académica » se integre en la construcción del futuro de los jóvenes involucrados.
¿Cómo evitar que los jóvenes ya condenados por la justicia regresen a la calle? Después de una evaluación del nivel escolar de los alumnos, los profesores desarrollan programas a la medida, adaptados a cada caso. « Se trata de detectar los puntos fuertes para animarlos y motivarlos», explica Mileidy Parraga, miembro del equipo pedagógico del Club. Según ella, el éxito de los alumnos reside en la flexibilidad de los docentes.
La enseñanza por ejemplo le da un lugar importante a los juegos. En efecto, la mayoría de los jóvenes del centro tienen dificultades para concentrarse. Marcar la jornada con juegos es una solución que demostró sus resultados. Asimismo, los cursos diarios de artes plásticas ayudan a bajar su nivel de ansiedad en los alumnos.
En el Club Amigo, las actividades manuales también son muy importantes porque ayudan a los jóvenes a orientarse hacia aquello que les gusta. La ebanistería, la joyería o la clase de artes plásticas son muy apetecidas por los estudiantes los cuales, animados por profesores benévolos, descubren que tienen talentos que ellos mismos desconocían. Para la pedagoga Mileidy Parraga, harían falta sin embargo « más profesores », ya que los alumnos necesitan un seguimiento estricto y permanente. Evitar la recaída es a este precio.