Al final de un camino de tierra, se encuentra el Centro Camaleón, de la asociación del mismo nombre: los muros están cubiertos de dibujos alegres y coloridos, se escuchan gritos infantiles… Aunque a primera vista parece un centro recreativo, muy pronto se descubre que no lo es: En la entrada, la vigilancia es estricta para garantizar la seguridad de las 50 jóvenes internas que ahí viven. Tienen entre 7 y 18 años.
Víctimas de violencias sexuales, en 60% de los casos perpetradas por un miembro de su familia, niñas y jóvenes buscan en este refugio un lugar para encontrarse a sí mismas y reconstruirse. El proyecto recibe apoyo de la Agence française de développement (AFD) desde 2017.
Los casos son señalados por el Departamento de Protección Social y Desarrollo (DSWD), un organismo gubernamental principalmente encargado de identificar y de ayudar a las víctimas. Al ingresar, las jóvenes reciben una atención apropiada, además sus necesidades básicas son cubiertas totalmente y cuentan con otros beneficios como: vivienda, atención médica, asistencia jurídica y educativa, intervenciones psicosociales (con ayuda de psicólogos y de psiquiatras, si necesario), capacitación profesional y en materia de actividades físicas practican deportes y ejercicios de circo. Todo ello con ayuda y bajo estrecha supervisión de amas de casa y de trabajadores sociales. En promedio, las jóvenes permanecen como internas de tiempo completo alrededor de tres años, hasta que estén listas para regresar a su casa o irse del centro.
Durante ese periodo, el centro les ofrece un nuevo entorno familiar, con figuras paternas -asistentes sociales, choferes, jardineros… -pero también con hermanas y amigas. Angela (todos los nombres han sido modificados) tiene 16 años y vive en el centro desde hace más de un año; Floribeth de 17 años reside aquí desde hace tres años. Las seguimos durante un día de actividades normales.
Suena el despertador. Floribeth hubiera querido dormir unas horas más. “Pero me gusta ir a la escuela, tenemos suerte de poder estudiar”, asegura. Muy pronto, las 50 niñas y jóvenes empiezan con sus “obligaciones”: lavado de ropa, cocina, limpieza… Cada una de ellas sabe exactamente lo que tiene que hacer y lo hacen sin protestar.
Es la hora del desayuno. Lo toman juntas. Más que una simple comida, es el primer momento de convivencia del día. Las mayores ayudan a las más pequeñas a instalarse.
Hora de ir a la escuela, en dónde las jóvenes pasarán todo el día. Angela se alegra: « Mis materias preferidas son el filipino y las matemáticas. ¡Quiero estudiar para poder ser maestra y compartir mis conocimientos, ayudar a los demás a lograr sus objetivos!”. La escuela y Camaleón trabajan juntos para garantizar la seguridad de niñas y jóvenes; los maestros están al tanto de los diferentes casos para poder ayudarlas de la mejor manera.
Termina la escuela, las niñas regresan al Centro. Algunas tardes se organizan actividades deportivas: rugby, voleibol… El deporte ocupa un lugar central en el programa. “Me gusta el rugby, me ayuda a desahogarme”, explica Floribeth. Shaira, asistente social, agrega: “El deporte permite que las niñas saquen todo el coraje que traen y que recuperen cierto equilibrio. Se sienten en posición de fuerza”.
Después de un momento de recogimiento -religioso o no-, las niñas empiezan a preparar la cena y vuelven a sus ocupaciones domésticas. “Me gusta que nos den labores, estamos ocupadas todo el tiempo y no tenemos tiempo de aburrirnos”, señala Angela. Para Mary Ann, asistente social, esas labores permiten que las internas se responsabilicen: “Aprenden todo lo que van a necesitar en su vida, ¡de manera que al salir de aquí se las puedan arreglar solas!”.
¡Es hora de la cena! Las niñas la prepararon, pero las amas de casa las supervisaron. Se presta especial atención al equilibrio y a la diversidad de los menús.
Llega el momento de hacer la tarea. Las que tienen mayor facilidad ayudan a las que tienen más dificultad para entender las lecciones del día. La clave es ayudarse entre todas y este momento de estudio se lleva a cabo en un ambiente de buen humor.
“El circo es un elemento central del programa para que las niñas puedan reconstruirse”, explica Heide, la Directora del Centro. “Les permite reapropiarse su cuerpo, expresarse a través del arte y tener nuevamente confianza en sí mismas”. El circo es parte de las actividades preferidas de Floribeth: “Lo que más me gusta es cuando nos presentamos en público, que la gente impresionada dice ¡Guau! y nos aplaude. Es cuando me siento realmente muy orgullosa de mí misma”.
Camaleón es la primera ONG que propone este tipo de programa en Filipinas -y el circo se ha convertido en su identidad. Las niñas se presentan en diversos lugares públicos, pero también en el marco de los eventos de promoción de Camaleón -siempre con la cara pintada para proteger su anonimato. Cada presentación termina con una ovación del público.
Cabe señalar que sus entrenadores son de lo mejor que hay: cada año, artistas de la Escuela Nacional de las Artes del Circo acuden al Centro para formar a las niñas en diferentes disciplinas. Este año, también recibieron clases de dos artistas del Cirque du Soleil que durante algunas semanas las ayudaron a perfeccionarse.
Cada año, se evalúa a las niñas para determinar si están listas para reintegrarse a su familia y a su comunidad. Si se considera que están listas y aptas, son transferidas al programa de reinserción. En esta fase, las niñas pueden regresar a su casa, en caso de poder vivir en seguridad con su familia. Es un elemento sumamente importante: la mayoría de los casos de abuso son de tipo incestuoso. Por lo tanto, Camaleón trabaja activamente con la familia de las niñas para concientizarlas y prepararlas a la reinserción en las mejores condiciones posibles.
“Enfrentamos casos muy diferentes: en ocasiones, las familias son muy comprensivas y colaboran, incluso concientizan a su propia comunidad”, explica Heide. A veces es más complicado y las niñas no pueden regresar a su casa”. En esos casos, las niñas pueden ingresar a un internado, a un dormitorio Camaleón o a un hogar sustituto.
Actualmente, 65 niñas forman parte de este programa. Reciben apoyo psicológico y financiero hasta que terminan sus estudios. Para la mayoría de ellas, a menudo de origen modesto, es una oportunidad para terminar sus estudios y encontrar su vocación. Hoy son maestras, comerciantes, o bien asistentes sociales. Desde que inició el Centro en 1998, 57 niñas han encontrado un empleo estable, o sea la casi totalidad de las antiguas internas.
La vocación de la ONG no termina cuando las niñas se reconstruyen. También tiene como propósito prevenir abusos sexuales sobre los infantes y hacer campaña en relación con estos temas. Para ello, Camaleón creó dos asociaciones: Voice of Cameleon Children (VCC), que denuncia los abusos sexuales y promueve la defensa de los derechos de los niños; y Cameleon Youth Health Advocates (CYHA) que concientiza a los alumnos y a los maestros en relación con los embarazos precoces y con la educación sexual. “¿Qué mejor que otros adolescentes para hablar con adolescentes?”, pregunta Japhet Grace Moleta, responsable del programa de promoción.
Además, para consolidar sus actividades de promoción, Camaleón organiza una conferencia anual llamada “Breaking the Silence”. La iniciativa, que reúne a las agencias gubernamentales y no gubernamentales incluyendo a servicios de policía, a maestros, abogados, procuradores, trabajadores sociales y al sector privado, tiene como propósito informar a esos actores y convencerlos de implicarse para poner un término a los abusos sexuales contra mujeres y niños.
Una iniciativa que permitió a Camaleón realizar actividades de cabildeo a nivel nacional con miras a aumentar la edad legal de consentimiento sexual (por debajo del cual no se puede invocar ningún consentimiento). Camaleón espera convencer al senado filipino para que aumente esta edad de 12 a 16 años. A nivel internacional, una beneficiaria de Camaleón fue invitada para representar a los jóvenes en la Asamblea de las Naciones Unidas para la Juventud en donde habló del trabajo y de las iniciativas de la ONG en Filipinas.
Laurence Ligier visitó Filipinas por primera vez a los 18 años para participar en una misión humanitaria. Al cabo de una experiencia en Iloílo (en el centro del archipiélago), se percató que no existía ninguna estructura para recibir a las niñas víctimas de violencias sexuales en una región particularmente expuesta. Después de recabar fondos, logró fundar la asociación Camaleón en 1997.
Laurence Ligier se quedó siete años en Filipinas para desarrollar el centro, situado en Passi, en la isla de Panay. A partir de 2004, abrió una oficina en Francia, y más tarde otras en Suiza y en Luxemburgo. Un nuevo centro abrió sus puertas el pasado 10 de octubre en Silay, en el Negros occidental, y actualmente recibe a 20 niñas, así como a otras 20 en aftercare. En la actualidad, Ligier sigue viajando a Filipinas dos a tres veces al año, por periodos de dos meses. Desea proseguir con la expansión de la ONG y abrir varios centros para recibir a más niñas, y ayudarlas a cambiar su destino.
“¿Por qué Camaleón?”
Laurence Ligier, directora y fundadora de Camaleón: “Escogí el nombre de “Camaleón” porque corresponde al mensaje de nuestra misión. Así como el camaleón que cambia de color para adaptarse a su entorno, nosotros ayudamos a las niñas a transformarse física y moralmente para pasar de la exclusión a un futuro mejor”.