Martes 13 de julio de 2060. Cuarenta y cinco años después del Acuerdo de París, que alertaba sobre la necesidad de contener el calentamiento global por debajo de +2 °C para 2100, se ha cruzado la línea roja. Mucho antes de lo sugerido en el calendario del acuerdo. Las transformaciones masivas, drásticas e inmediatas que deberían haberse llevado a cabo a partir de 2015 para mantenerse por debajo de 2 °C no fueron suficientes. Y las consecuencias dañinas del calentamiento global pasaron a integrar la vida cotidiana de cada habitante del planeta.
Véase también: el informe especial del IPCC publicado el 8 de octubre de 2018 (en inglés)
Akissi Lefebvre tiene 34 años. Programadora informática originaria de Costa de Marfil, está casada con Leo Lefebvre, un profesor de 33 años. Juntos, tienen dos hijas de 4 y 6 años y viven en Francia, en Marsella. Como todos los apartamentos de la región, el de la familia Lefebvre tiene aire acondicionado. Una herejía ecológica, pero la joven pareja no tenía opción: el calentamiento global promedio de +2 °C genera olas de calor intenso que pasaron a convertirse en normalidad. Desde el principio del verano, el termómetro se mantiene alrededor de 43 °C a la sombra en la ciudad foceana. Se excede regularmente los 45 °C y, por la noche, el mercurio nunca baja más allá de 28 °C, manteniendo un estado de canícula permanente. Niños, personas mayores, mujeres embarazadas, todos padecen la situación. La fauna, la flora y la economía también.
Anteayer, Akissi recibió un SMS de su hermano, que se había embarcado veinte años atrás en la aventura vitícola en Sudáfrica:
“Hola hermana, solo para decirte que tiro la toalla, se acabó.”
Las sequías recurrentes que azotan el sur del continente vencieron su pasión: ya no crece nada allí y Sudáfrica se ve obligada, como muchos otros países, a importar el 90% de su comida a precios exorbitantes, porque las tierras de cultivo son cada vez más escasas en el planeta. El empresario Elon Musk, de 89 años de edad, ha desarrollado un sistema de cultivos intensivos en Marte, pero los precios delirantes de sus tomates gigantes del espacio los reservan para una super elite, que no integra la familia de Akissi.
Una árida estación blanca
Los padres de Leo, que disfrutan una tranquila jubilación en Chipre, planean empacar e irse: el agua corriente está racionada y se corta varias horas al día, el aire se ha vuelto seco e irrespirable. Y los conflictos hacen estragos entre sus vecinos en el Medio Oriente debido a la dificultad de compartir las fuentes de agua dulce cada vez más escasas. Pero la idea de volver a París, su ciudad de origen, no les entusiasma mucho: las modificaciones de las circulaciones oceánicas y atmosféricas generan temperaturas que pasan de 40 °C a un frío intenso. Y cuando el frío se instala en Europa, el calor azota el Polo Norte, agudizando el deshielo... Más generalmente, los padres de Leo se enfrentan a un dilema: las regiones cálidas son cada vez más áridas, y las regiones húmedas cada vez más lluviosas. Aman el campo, pero debido al derretimiento de los glaciares alpinos, muchas regiones se han vuelto propensas a las inundaciones, además de las zonas costeras. En consecuencia, los precios de la propiedad han aumentado considerablemente en las zonas que no se ven afectadas por este riesgo contra el cual es imposible luchar a nivel individual.
Al mismo tiempo, sus amigos estadounidenses instalados en California también están buscando un techo: su casa fue destruida por el último gigantesco incendio forestal que devastó el Estado en junio. Pronto no quedará nada para quemar, porque a lo largo de los años las llamas han devorado los árboles más rápido de lo que crecían.
La muerte del coral y sus consecuencias
Amante del buceo, Akissi ha tenido que resignarse y descartar su máscara y esnórquel para las vacaciones de este año: los arrecifes de coral han desaparecido casi por completo de la superficie de la Tierra. Para Akissi sólo son vacaciones, pero para millones de habitantes de las regiones costeras del mundo, la desaparición del coral y de los peces que vivían allí significa la pérdida de sus empleos derivados del turismo o de la pesca, un medio de subsistencia vital.
Los pequeños Estados insulares también están muy expuestos a los riesgos climáticos extremos, como las lluvias torrenciales que acompañan los huracanes y el aumento del nivel del mar. Con la desaparición del coral, que actuaba como rompeolas natural, la situación no ha hecho más que empeorar. La elevación del nivel de las aguas es una catástrofe para estos territorios: una parte de las islas de Polinesia, Maldivas, Islas Marshall y algunas regiones de Asia (Filipinas, Indonesia) ya vieron sus costas socavadas por la subida de las aguas. En total, entre 10.000 y 20.000 islas podrían desaparecer antes de fin de siglo. El aumento del nivel de los océanos también amenaza a muchas ciudades costeras importantes como Nueva York, Miami, Tokio, Singapur, Amsterdam o Rotterdam.
Francia no se salva de los eventos climáticos extremos, más intensos, más frecuentes y más largos: en su clase de tercero de primaria, Leo integró cursos de protección en caso de tormentas, de conformidad con las nuevas directivas de los ministerios de Emergencia Climática y de Educación. Estos huracanes que antaño permanecían confinados en los trópicos ahora azotan regularmente todo el Hexágono, causando daños materiales y humanos considerables. No se salva ninguna región del mundo; las personas solo esperan no estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
¿Más de 250 millones de “refugiados climáticos”?
En el lugar equivocado, ahí es donde se encuentran los padres de Akissi: en su aldea en el sur de Costa de Marfil, las lluvias de esta región húmeda se han vuelto torrenciales y continuas, anegando el suelo, devastando cultivos e infraestructura. Akissi inició los trámites para traer a sus padres junto a ella y sus hijos, los cuales están encantados con la idea de vivir con sus abuelitos. Leo está un poco más circunspecto, pero sabe que sus suegros no tienen muchas opciones si quieren sobrevivir. Como ellos, más de 250 millones de “refugiados climáticos” ya se vieron obligados a desplazarse. Como resultado de estos exilios forzados masivos, las comunidades de acogida que ya estaban en malas condiciones están malheridas y la pobreza explota.
Mientras tanto, Akissi tiene otros problemas que atender: una de sus dos hijas acaba de contraer malaria durante su campamento de verano en el sur de España. El calentamiento global aumenta tanto las zonas como la temporada de transmisión de esta enfermedad, transmitida por mosquitos. Pero Akissi no se queja, sabe que hay cosas peores: sus primos segundos, que viven en Mali, enfrentan el riesgo de malnutrición. Hace treinta años, todos pensaban que este flagelo se estaba erradicando pero ahora está volviendo más amenazante que nunca.
El sol rojo de calor arde sobre Marsella, las hijas de la pareja están acurrucadas contra su madre mientras Leo lava los platos, guarda las compras, prepara las cosas de las niñas para el día siguiente, firma los cuadernos, pide una cita con el dentista para la más pequeña y piensa en pedir un adelanto para pagar a la niñera. Akissi elige un gran libro titulado Los animales extinguidos del mundo, actualizado cada año. Ahí aparece el elefante de África, el panda de China o los lemúridos de Madagascar... En cada página, especies de Sudamérica, Australia y Nueva Zelanda, partes del mundo donde las migraciones son las más difíciles para los animales, llenan este panorama de una época pasada. Por el ventanal de la terraza recalentada, Akissi observa las estrías en el horizonte que forman las palas de las turbinas eólicas marinas girando, como un hombre ahogándose que pide ayuda.
Cambios radicales
Los expertos del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) presentaron sus conclusiones el lunes 8 de octubre sobre las consecuencias de un calentamiento de 1,5 °C y los medios que se deben emplear para limitar el impacto del cambio climático.
El informe especial del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), presentado el lunes 8 de octubre en Incheon, Corea del Sur, dice blanco y luego negro. Blanco: todavía hay esperanza de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, un aumento que ya debilita enormemente los ecosistemas y la actividad humana. Negro: se alcanzó el nivel máximo de alerta. Para esperar salvar el planeta, debemos actuar de manera rápida, masiva y colectiva.
El Acuerdo de París, alcanzado en diciembre de 2015 durante la COP21, apunta a mantener el aumento de la temperatura media mundial “muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales” para 2100. El lobbying de los países más amenazados, en particular los Estados insulares, logró agregar una mención acerca de la necesidad de “limitar el aumento de temperatura a 1,5 °C”. El informe especial del IPCC sobre “los impactos del calentamiento global de 1,5 °C y las trayectorias de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero asociadas” surge de este requisito.
Unos cien autores y 6.000 estudios científicos movilizados produjeron un documento de 400 páginas destinado a 195 gobiernos. Su mensaje es claro: el cambio climático ya tiene consecuencias concretas para la población, y cada medio grado suplementario es de suma importancia para los efectos observados.
Desde la época preindustrial, la temperatura mundial ya ha aumentado aproximadamente 1 °C. Por lo tanto, el margen es mínimo: según las hipótesis de los autores del informe, de mantenerse el ritmo actual, el umbral de 1,5 °C se cruzará entre 2030 y 2052. Citada por Le Monde, la copresidenta del Grupo de trabajo sobre ciencias del clima del IPCC advierte: “Estamos en una encrucijada. Mundos a +1,5 °C o +2 °C serán muy diferentes, explica Valérie Masson-Delmotte. Para contener el calentamiento global se requieren acciones muy ambiciosas en todos los ámbitos –energía, industria, gestión de la tierra, edificios, transporte, planificación urbana–, lo que significa un cambio radical en el comportamiento y los estilos de vida. Si no actuamos antes de 2030, la puerta se cerrará."