¿Y si la salud fuera un “bien común”? Según este planteamiento, el recurso pertenecería a todos y por lo tanto no podría ser objeto de una gestión privada, como tampoco podría depender únicamente del manejo público. Solamente las instituciones híbridas de un nuevo tipo que incluyen a miembros de la comunidad (productores de medicamentos, usuarios, etc.) tienen la capacidad para hacer frente a los actuales retos de salud, especialmente agudos desde que surgió la pandemia del VIH-Sida. Entre los temas de salud pública que son prioritarios destacan el acceso amplio y equitativo a medicamentos así como los tratamientos para las enfermedades desatendidas.
Uno de los principales frenos a la emergencia de actores de un nuevo tipo en el sector de la salud, que se caracteriza por ser sumamente cerrado, proviene de esas barreras invisibles que se erigieron a mediados de la década de 1990. Los acuerdos relacionados con la propiedad intelectual adoptados por la OMC en 1994 generaron un nuevo mercado de medicamentos que fue monopolizado por los grandes grupos farmacéuticos. Sin embargo, “en los países en desarrollo, se interrumpió la producción de cierto número de medicamentos genéricos fabricados localmente debido a una lectura muy restrictiva de la propiedad intelectual, impulsada por un intenso cabildeo de la industria farmacéutica”, explicó Jean-François Alesandrini, consejero ante la dirección de la Drugs for neglected diseases initiative (Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas – DNDi), durante una conferencia organizada por la AFD, en París, a principios de 2019.
Ahora bien, a menudo se ha cuestionado la eficiencia de los modelos farmacéuticos tradicionales respecto a las necesidades de las poblaciones más modestas, dado que la propiedad intelectual ya no constituye un incentivo para la innovación. Por su parte, los laboratorios más importantes se quejan de la falta de rentabilidad de sus actividades a pesar de que, en ocasiones, los precios de los nuevos medicamentos destinados a ciertas patologías, como el cáncer o la hepatitis C, son excesivos.
En ese contexto, la fundación DNDi creada en 2003, con el respaldo de la OMS, por cinco instituciones de investigación pública originarias de India, Brasil, Kenia, Malasia y Francia — Médicos sin Fronteras y el Instituto Pasteur —, se fijó como objetivo promover la innovación terapéutica para favorecer el acceso de las poblaciones más pobres a los tratamientos contra las enfermedades olvidadas (enfermedad del sueño, VIH pediátrico…). Gracias a un apoyo financiero implementado desde 2006, la Agence Française de Développement (AFD) participa de manera activa en esta iniciativa.
Si bien el modelo DNDi aún se encuentra en fase de consolidación, ya se están explorando nuevas pistas de investigación y de desarrollo a partir de un modelo virtual, pero también por medio de cooperaciones abiertas. El modo de funcionamiento de la iniciativa representa un cambio respecto a las prácticas que hasta ahora imperaban en la industria de la producción de medicamentos y un ejemplo de ello es su colaboración con Sanofi, una de las principales empresas del sector, con la que desarrolló un medicamento contra el paludismo que cuesta menos de un dólar.
Además, la atención del paciente es una de las preocupaciones centrales de la iniciativa DND. Sin contravenir a los estándares internacionales de investigación clínica, los productos se adaptan a las necesidades y a las condiciones sanitarias, son asequibles y se distribuyen a precio de costo, no cuentan con patente, se destinan a la mayoría de la población así como a los más necesitados. Tomando en cuenta esas exigencias, la DNDi implementó cuatro plataformas clínicas destinadas a fortalecer el potencial de investigación y desarrollo en los países olvidados por las patentes.
Dejar fuera toda lógica de propiedad intelectual
Como se observa con la génesis del Fexinidazol (véase el recuadro más abajo), nuevo medicamento contra los estragos de la enfermedad del sueño, enfermedad “olvidada”, la DNDi aplica un modelo inédito similar al planteamiento relativo a los bienes comunes, basado en una diversidad de recursos naturales (aguas subterráneas, pastizales,…) o digitales (software libres, enciclopedias de libre acceso, etc.). Los medicamentos contra las enfermedades olvidadas también se consideran como recursos alrededor de los cuales se organizan la DNDi y las plataformas socias, en una perspectiva de enriquecimiento.
Se olvida uno de la propiedad intelectual exclusiva que se sustituye por un “conjunto de derechos” o sea una serie de herramientas jurídicas que vinculan a los socios, promueven la información compartida y eliminan las cláusulas de exclusividad. En ese sentido, la iniciativa y sus socios practican un modelo específico de innovación abierta y compartida. Desde su creación, la DNDi ha producido ocho tratamientos nuevos, todos fundamentales en la ruta hacia la salud universal.
LA LUCHA CONTRA LA ENFERMEDAD DEL SUEÑO SE HA DESPERTADO
En noviembre de 2018, la Agencia Europea del Medicamento emitió un dictamen favorable para registrar al Fexinidazol, un nuevo medicamento contra la enfermedad del sueño.
En diciembre del mismo año, la agencia normativa de la República Democrática del Congo registró esta nueva entidad química que permitirá frenar, y hasta podría contribuir a eliminar, este mal transmitido por la mosca Tse-tse y que se considera como una de las enfermedades tropicales más antiguas. Las condiciones en las que se produjo esta molécula, sumamente especiales, son un ejemplo del poder que tiene la innovación en el ámbito de la salud pública cuando procede desde un enfoque de “bienes comunes”.
Una enfermedad fatal
Se estima que hay 65 millones de personas, la mayoría de ellas habitantes de las regiones rurales más pobres y aisladas de África Subsahariana, que son víctimas potenciales de la enfermedad del sueño.
Después de una fase de fiebre, la patología evoluciona de manera irremediable y genera síntomas neurológicos que, de no atenderse, producen un estado de coma y, finalmente, la muerte. Los enfermos y sus familias son rápidamente estigmatizados, se hacen vulnerables, son incapaces de trabajar, lo que acrecienta su nivel de pobreza.
El único tratamiento disponible hasta ahora requería 14 perfusiones, combinadas con un tratamiento por vía oral de siete días, que exigía la hospitalización de los pacientes. Para determinar el avance de la enfermedad era necesario efectuar una punción lumbar muy dolorosa y compleja. El tratamiento, que era difícil transportar y almacenar, implicaba dificultades importantes para las zonas poco accesibles. El Fexinidazol, que se presenta en forma de pastillas, constituye un adelanto muy importante para el tratamiento de esta enfermedad, tanto como su génesis.
Plataforma colaborativa y abierta
Esta molécula es fruto de una asociación público-privada inédita: la DNDi, la farmacéutica Sanofi y los especialistas originarios de los países endémicos trabajaron de manera conjunta a partir de una plataforma de investigación abierta.
A lo largo de una década, la plataforma HAT, situada en Kinshasa, en la República Democrática del Congo, permitió crear o rehabilitar los centros de ensayos clínicos, capacitar al personal de salud y asegurar la transferencia de tecnología y de conocimiento. Con el equipo de la DNDi, los profesionales congoleses de la salud pudieron efectuar ensayos clínicos y reunir datos clínicos; gracias a estos últimos se pudo elaborar un documento normativo, que fue evaluado y validado por la Agencia Europea del Medicamento. El Fexinidazol era una realidad.