La Agence Française de Développement (AFD) es un banco, pero muy distinto a los demás: además de que se dedica al financiamiento del desarrollo, no recibe ningún depósito de clientes que pudieran contribuir a financiar los préstamos que otorga. Su estatuto de organismo de financiamiento también excluye de manera expresa la posibilidad de recibir fondos de particulares.
Por lo tanto, todos los préstamos otorgados por la AFD son refinanciados por empréstitos, de mediano y largo plazo principalmente. De ahí la importancia de su mesa financiera, que cuenta con siete operadores para el manejo de todas las operaciones del grupo.
La mesa financiera tiene por función el manejo de todos los financiamientos y de los riesgos que conllevan. Estos se pueden dividir en tres grandes categorías: el riesgo de liquidez -en caso de que la AFD no pudiera asumir su obligación de pagar el plazo vencido de algún empréstito-; el riesgo de tasa de interés -si, por ejemplo, la AFD prestó a una tasa baja y el precio del dinero sube, aumentando el costo de sus financiamientos- y por último el riesgo cambiario.
En lo que toca a estas dos últimas situaciones, la política de la AFD es simple: el banco procede a operaciones de cobertura -swaps- cada vez que presta a tasa de interés fija o en divisas extranjeras. ¿Cuál es el objetivo? Cuando se trata de tasas, todos los activos, al igual que todos los pasivos, resultan económicamente equivalentes a préstamos o empréstitos con tasas de interés variables. De esta manera, si las tasas de mercado registran una importante y repentina alza, que encarezca los precios de los empréstitos realizados por la AFD -en el pasivo-, los intereses cobrados sobre los préstamos otorgados -en el activo- seguirían la misma tendencia.
En el caso de riesgo cambiario, con las operaciones de swap el conjunto del balance resulta como expresado en euros. Por lo tanto, el riesgo desaparece en cuanto se otorga un préstamo.
Préstamos en fuerte aumento
Queda el problema de la liquidez. Es evidente que la AFD no puede quedarse sin fondos. El problema es especialmente importante ante la creciente actividad de préstamos del banco, lo cual corresponde a la estrategia de desarrollo aprobada por el ejecutivo a principios del quinquenio de François Hollande y confirmada por Emmanuel Macron.
En 2015, los préstamos otorgados para financiar proyectos en los países en desarrollo y emergentes generaron 3 400 millones de euros de desembolsos por parte de la AFD. En 2017, esta suma era de 5 600 millones de euros. Para 2020, la AFD tenía previsto invertir 7 200 millones. Es muy probable que esta cantidad sea rebasada. El objetivo fijado -antes de la crisis- para 2022 era de 9 500 millones.
Para financiar esos créditos, la AFD dispone ante todo de un recurso recurrente que corresponde a los pagos de los préstamos otorgados con anterioridad. Préstamos que en su mayoría son amortizables, año tras año. Sin embargo, este recurso es muy insuficiente, y lo es cada vez más a medida que la AFD aumenta el volumen anual de su actividad de préstamos. Por lo tanto, el banco debe buscar crecientes financiamientos. Sus necesidades podrían duplicarse en poco más de cinco años. En 2014, había solicitado préstamos por 4 800 millones de euros, suma que aumentó a 6 200 millones en 2017 y llegará a 10 000 millones en 2022. Empréstitos realizados a través de emisiones de bonos.
Una amplia gama de inversionistas
Al igual que todo emisor de bonos, la Agence Française de Développement recurre a una amplia gama de inversionistas con los que se reúnen de manera regular los responsables de su mesa financiera. En 2019, los bancos centrales y otras instituciones públicas representaron la principal categoría de inversionistas y adquirieron 41 por ciento de los bonos emitidos, seguidos por los gestores de activos (26 por ciento).
A través de los grandes bancos, principalmente franceses, la AFD procede a sus emisiones de bonos con una duración de entre 2 y 16 años, e incluso hasta 25 años en el caso de pequeñas sumas.
Dado que es un banco público, totalmente en manos del Estado, la AFD puede pedir prestado en condiciones similares a éste último. De manera que para un empréstito a diez años, la AFD debe pagar actualmente alrededor de 0.30 por ciento más que el estado (30 puntos de base adicional). Una diferencia que era aún menor antes de la crisis.
Las sumas obtenidas de esta manera financian directamente los préstamos a favor del desarrollo. Además, en caso de una hipotética crisis financiera, que significaría el retiro de los inversionistas y el cese de todo nuevo financiamiento, la AFD dispone de reservas, de un “colchón de seguridad” equivalente a 9 meses de actividad de préstamos.
Los green bonds, una decisión política
En estos últimos años, la AFD emitió varios bonos verdes, también llamados green bonds: estos fondos se asignan a préstamos destinados a la lucha contra el cambio climático y a la conservación del medio ambiente. Ámbito en el que, por cierto, la AFD ha sido precursora. Pero si bien los inversionistas se inclinan cada vez más a favor de estos bonos “verdes”, la remuneración que exigen no es significativamente menor a la de los bonos clásicos.
De modo que esta emisión de green bonds corresponde antes que nada a una decisión política, la de favorecer el crecimiento sostenible en todo el mundo.
Algunas operaciones recientes:
Aprovechando las mejores condiciones del mercado de bonos, y otras operaciones efectuadas por distintos actores de la plaza, la AFD levantó fondos en euros y en dólares estadounidenses durante el mes de junio por un valor total cercano a 1 800 millones de euros. La operación en euros por un monto de 1 000 millones tenía un vencimiento de 18 meses mientras que la operación en USD fue por un monto equivalente a 896 millones de euros y un vencimiento a 18 meses.
En lo que va del 2020, la recaudación de la AFD en los mercados destinada a financiar sus operaciones de préstamos para el desarrollo ya es de cerca de 7 000 millones de euros.