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Abejas
Mientras se celebra en Roma la segunda cumbre Finanzas en Común los 19 y 20 de octubre próximos, las prácticas nefastas para el medio ambiente que llevan a cabo algunos actores representan importantes riesgos para las instituciones que los financian y, por consiguiente, para los ahorradores individuales. Inventario.

Naturaleza y financiamiento están más vinculados de lo que se piensa. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, cerca de la mitad del PIB a escala global está relacionado con la biodiversidad, en otras palabras a ecosistemas en buena salud y con capacidad para proporcionar servicios como un agua de calidad, la polinización de los cultivos o la lucha contra las plagas de los cultivos.

Sin embargo, numerosos actores económicos no se percatan de que las degradaciones que provocan a la naturaleza -las poblaciones animales disminuyeron de 68 % en promedio entre 1970 y 2016, mientras que una de cada ocho especies vivas se encuentra en riesgo de desaparición- podrían muy pronto generar consecuencias desastrosas.


Ver también: Rémy Rioux: “El renacimiento de los bancos públicos de desarrollo” (en inglés)


Las instituciones financieras – bancos, fondos, aseguradoras e inversionistas privados – podrían contarse entre las primeras víctimas antes de que los ahorradores que depositan su dinero en sus instituciones se vean afectados a su vez. Si hasta ahora los financiadores se han enfocado principalmente en el riesgo climático, actualmente empiezan a interesarse en la dependencia de la biodiversidad en las empresas. Se han identificado especialmente tres riesgos.

1El riesgo físico

Los actores financieros contribuyen al financiamiento de empresas cuya actividad depende directamente de servicios generados por la naturaleza. Puede ser el abastecimiento de agua potable o de madera, el cuidado de las tierras cultivables… Ahora bien, basta que las especies vivas disminuyan en un lugar para que toda la cadena se paralice. Es lo que se conoce como el riesgo físico.

La polinización que realizan los insectos permite cierto número de actividades agrícolas. El día en el que ese servicio ya no sea tan estable como antes, por ejemplo si ciertos años el número de polinizadores disminuye, entonces será más difícil anticipar la actividad económica y el pago de préstamos por parte de los agricultores; financiar esos actores resultará entonces más riesgoso que en el pasado”, expone Julien Calas, investigador especialista de la biodiversidad en la Agence française de développement (AFD).

De igual forma, algunos procedimientos de fabricación en la industria química o alimentaria se basan en un abastecimiento de agua cuya regularidad depende de los ecosistemas. Basta entonces que la calidad o la cantidad de esta ya no esté garantizada para alterar la actividad económica generada, y por ende las inversiones realizadas en ese sector.

Al mirar detenidamente, observamos que todas nuestras actividades económicas dependen más o menos de ciclos estables de la naturaleza. Dependemos físicamente de la biodiversidad”, agregó Julien Calas. De acuerdo con un reciente estudio realizado por el Banco de Francia junto con la AFD, 42 % del monto de las acciones y bonos de las instituciones financieras francesas es generado por empresas que dependen fuertemente o muy fuertemente de al menos un servicio ecosistémico. Una cifra que solamente toma en cuenta la actividad directa de esas empresas, y no de la de sus proveedores. Pero cuando se evalúan las dependencias de estos últimos, todas las acciones y bonos resultan dependientes -así sea ligeramente- de los servicios proporcionados por el medio ambiente a través de sus cadenas de valor.

No obstante, los bancos todavía no recogen los datos que les permitirían evaluar el impacto de la erosión de la biodiversidad sobre la solvencia de sus clientes. “Es una amenaza para la estabilidad financiera”, destaca Étienne Espagne, economista en la AFD. “El sector financiero, y en particular el regulador, debe interesarse en dichas cuestiones. Tiene una importante función que asumir”, añade.


2El riesgo de transición

Entre más impacto sobre la biodiversidad tiene una empresa, más se expone a que algún día un gobierno establezca una nueva norma, o que los consumidores cambien sus hábitos, obligándola entonces a modificar rápidamente sus prácticas para evitar dificultades. Una situación así puede exponer a los bancos, los fondos y las aseguradoras que financian a esas empresas. Es lo que se conoce como el riesgo de transición.

En mayo de 2019, en los Países Bajos, ante las excesivas tasas de nitrógeno en el aire, suelos y ríos provenientes en gran parte de la ganadería intensiva, que se registraban desde hacía tiempo, el Consejo de Estado estableció nuevas y estrictas reglas que condujeron a suspender las autorizaciones de explotación de las actividades más emisoras de nitrógeno. De un día para otro, sin autorización para trabajar, las explotaciones ya no fueron consideradas como solventes por los bancos. Estos últimos no habían previsto que sus prácticas no eran sostenibles, en todos los sentidos.

El riesgo físico y el riesgo de transición se refuerzan de manera recíproca. Entre más importantes sean los riesgos físicos, más justifican una transición. A la inversa, entre más se pospone una transición, más genera riesgos físicos importantes”, explica Julien Calas.

Por lo tanto, actualmente las instituciones financieras deben tener la capacidad para evaluar a la vez la exposición de sus clientes al riesgo y las evoluciones posibles de consumo y de reglamentación. “A nivel europeo también se habla de reglas enfocadas en evitar la deforestación importada. Las actividades que contribuyen a esta desforestación tienen por lo tanto un riesgo relacionado con la implementación de esas normas. Y el banquero se expone al riesgo de que empresas financiadas ya no sean solventes y no logren pagar sus préstamos”, comenta Julien Calas.

3El riesgo de reputación

Aún antes de que una nueva reglamentación o hábito de consumo se instale, o que se carezca de algún servicio generado por la naturaleza, una empresa puede ser criticada por sus prácticas con relación a la biodiversidad. Por consiguiente, todo es posible: boicot de los consumidores, caída de la bolsa, bloqueo de la actividad… Es el riesgo que se conoce como de reputación.

En un estudio publicado en 2020, el banco central de los Países Bajos, y la agencia medioambiental holandesa PBL fueron los primeros en evocar el riesgo reputacional al que pueden enfrentarse las instituciones financieras. “La reputación de las instituciones puede alterarse si, por ejemplo, están relacionadas con el financiamiento de empresas especializadas en el aceite de palma cuyas actividades contribuyen a la desforestación y a la desaparición de especies animales”, indica el informe.

En un momento dado, el público puede darse cuenta de que una actividad es realmente nociva para el medio ambiente y darle la espalda. Pero es algo que se puede anticipar”, explica Julien Calas. Si los actores del financiamiento todavía no son muy conscientes de esos riesgos, actualmente varias iniciativas públicas y privadas quieren contribuir a cambiar su relación con la naturaleza, al facilitar en particular la medición del impacto de las empresas sobre la biodiversidad. Un trabajo que apenas está empezando.