Desde la creación de la Agence française de développement en 1941, ¿qué etapas de su historia destacan?
François Pacquement: La Caisse centrale de la France libre (CCFL), que más tarde será la AFD, y luego el grupo AFD, se fundó el 2 de diciembre de 1941. Su creación, basada en una forma simple de Tesoro Público y de banco central, se impone en aquella época para continuar con la emisión de moneda en los países aliados y sustituir a la que realiza el régimen de Vichy desde el África Occidental.
Después de la Liberación, la institución continuó con su misión monetaria hasta la creación de nuevos bancos centrales en la década de 1950. Se convierte entonces en una caja de ahorro central a la que se le atribuye una doble misión en las antiguas colonias francesas y en los departamentos de Ultramar: prestar dinero para las operaciones de gran relieve de los sectores público y privado, y apoyar la creación y la actividad de bancos que ya no atienden únicamente al público colonial, sino que contribuyen al desarrollo económico a través de préstamos destinados a los consumidores, inversionistas, compradores de una primera vivienda, artesanos o pequeños comerciantes.
A medida que los países se independizan, esta misión prosigue en las antiguas colonias. La Caja central empieza a prestar a los Estados y, de manera progresiva, se convierte en un financiador internacional para el desarrollo, en estrecha relación con las actividades del ministerio de Cooperación que contribuye con expertos y subvenciones, lo cual permite suavizar las condiciones de los préstamos. En 1975, la dirección del Tesoro solicita nuestra intervención en otros países, en particular en antiguas colonias portuguesas, españolas e inglesas, así como en Haití. En 1977, se funda nuestra filial Proparco con el fin de mantener actividades en el sector privado en nuestros países de intervención. De esta manera, se integraron al Grupo muchas innovaciones, así como una colaboración cada vez más fructífera con el sector privado. En 2020, de los 12 100 millones de euros en financiamientos del Grupo, 2000 millones de euros correspondieron a Proparco. ¡Es algo considerable!
En la década de 1980, nuestra misión consistió en apoyar los procesos de ajuste en los países en crisis financiera. La transición hacia un banco de desarrollo, tal y como lo conocemos actualmente, se realizó lentamente a lo largo de tres décadas. Es el tiempo necesario para trabajar de manera activa con los Estados y participar en la diversificación de los modos de financiamiento y de los financiadores en los países de intervención. Esta mutación se concretizó en 1990 cuando el presidente François Mitterrand, en el discurso que pronunció durante la cumbre francoafricana de La Baule, anunció la anulación de la deuda de los países más pobres y endeudados así como las nuevas funciones de la Caja central, que a partir de ese momento otorgará donaciones a los estados y ya no préstamos.
Es una etapa durante la cual la ayuda al desarrollo dejó de ser un instrumento al servicio de los intereses comerciales de los países donadores para transformarse en una política que sirve los intereses de las poblaciones y permite realmente contribuir a cambiar el mundo.
¿Por qué las décadas de 1990 y del 2000 son decisivas para el grupo AFD?
F.P.: Entre 1995 y el 2000 se produce un nuevo vuelco. A nivel mundial por un lado, cuando 193 miembros de la ONU aprueban los objetivos del milenio para el desarrollo: a partir de entonces, los financiamientos de los donadores apuntan hacia objetivos que se formulan y se siguen claramente. A escala francesa por el otro, cuando se atribuyen nuevas responsabilidades a nuestro banco de desarrollo con el objetivo de mancomunar mejor los compromisos financieros entre sectores de actividad y áreas geográficas.
En 1998, la Agence française de développement adopta su nombre actual. ¿Por qué agencia y no caja o banco? Se trataba de indicar que éramos más que un establecimiento financiero: un banco de desarrollo con capacidad para proponer financiamientos de todo tipo (subvenciones, garantías, participaciones, préstamos…), pero también un banco de conocimiento, un corredor, un experto en cooperación técnica.
Para la AFD inicia un proceso de modernización intensa en el que cambia totalmente de categoría. De finales del siglo XX a la actualidad, el número de sus colaboradores aumentó de 650 a 2800, y el volumen de sus compromisos financieros de 800 millones a más de 12 000 millones de euros. ¿Cómo fue posible un cambio de tal magnitud? Gracias a la desvinculación de la ayuda al desarrollo, es decir la supresión de las cláusulas que obligaban a nuestros socios a dar preferencia a la oferta francesa en sus proyectos. Además, el ministerio de economía puso fin al financiamiento directo de las exportaciones y nos transfirió sus actividades de financiamiento. De esta manera, una parte del esfuerzo francés en el extranjero se transfirió a la AFD para profesionalizarlo. Y empezamos a trabajar en países de una categoría distinta.
En 2015, se abrieron nuevas perspectivas con la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS). Esos objetivos, propuestos por países en desarrollo, resultaron mucho más completos, ambiciosos y universales que los anteriores. Fue algo muy interesante que nos permitió asumir plenamente nuestra misión: contribuir a la circulación de las políticas públicas y acelerar la difusión de las soluciones de desarrollo sostenible.
En 2016, con el cambio de dirección en la AFD, fue preciso adoptar una nueva visión estratégica. El objetivo ya no consistía en planear la ayuda al desarrollo en función de los recursos a nuestra disposición, sino de hacer lo contrario y plantearse importantes ambiciones estratégicas para que los recursos se ajusten en consecuencia.
¿Qué se puede esperar para los años que vienen?
F.P.: Las transferencias de competencia que se llevan a cabo actualmente terminarán en el verano de 2021 con nuestra fusión con Expertise France. Esto permitirá enriquecer la gama de soluciones para los problemas de desarrollo sostenible. El reto consistirá en lograr una cohesión, en constituir una estructura suficientemente sólida para abordar la complejidad e intensidad de los desafíos que se nos presentan.
Actualmente, nos encontramos en una dinámica orientada a salir de un concepto únicamente económico del desarrollo, en beneficio de una mayor interdisciplinariedad. El proyecto de ley de programación relativo al desarrollo, modificado en primera lectura en el Senado el 17 de mayo de 2021, prevé la creación de una comisión independiente encargada de evaluar el impacto de nuestra acción. Es algo positivo. Permitirá al grupo AFD contar con un interlocutor de amplia experiencia y con una mirada exterior sobre sus actividades, tomando en cuenta, así lo espero, la historia y la sociología de cada territorio en el que intervenimos.
La interdisciplinariedad consiste en dar mayor cabida a otros actores y a su visión en el enfoque de nuestro trabajo. Para lograr una mayor coconstrucción, se puede pensar en un proceso consultativo entre la agencia, sus clientes y socios que tenga mayor alcance que una consulta efectuada en el marco de un ciclo de proyecto clásico. Esto implica, a la larga, una mayor delegación financiera y una diversificación de las fuentes de inspiración. En ese sentido, es probable que en el futuro la gobernanza del Grupo se abra más a los socios, como ya lo está en lo que toca a sus reflexiones estratégicas.
De la misma manera que las políticas públicas recurren cada vez más a alianzas múltiples, nos toca asumir una función de plataforma para consolidar, en los años que se avecinan, una realidad que se nos impone. Por consiguiente, también tendremos que considerar nuestra capacidad para cumplir con las expectativas de partes ordenantes de todo tipo -por ejemplo, activar fondos por cuenta de empresas, ahora que hemos aceptado hacerlo para entidades territoriales locales o financiadores de fondos extranjeros- al canalizar recursos aún más diversificados hacia el desarrollo sostenible.
El plazo de 2030 será únicamente una etapa para los ODS. Actualmente, el grupo AFD tiene como perspectiva directa el año 2050, y más adelante 2100. Como institución de financiamiento nos corresponde asumir responsabilidades en procesos de largo plazo. Nuestra misión se lleva a cabo a distancia, lejos de la mirada de la opinión pública. Pero es cada vez más fácil presentar de manera concreta el impacto de los proyectos realizados, gracias a las herramientas que permiten reducir la distancia con nuestras zonas de intervención. Actualmente, es posible dedicarse de nuevo colectivamente y en el largo plazo, en espacios más amplios, a escala del planeta, a un nivel justo para una inversión de desarrollo sostenible. Por consiguiente, el Estado está llamado a cumplir una función que consiste en extender la diplomacia hacia un desarrollo sostenible que permita organizar de manera óptima el lugar que ocupa el hombre en el planeta y la perspectiva de un futuro definitivamente mejor para todos.