El Estado de Chiapas en México concentra más de un tercio de la producción de café que constituye un motor del desarrollo rural. Más de un millón de personas viven de este cultivo, pero el sector enfrenta importantes desafíos desde hace varias décadas como la volatilidad de los precios internacionales, las graves crisis parasitarias, la escasez de mano de obra y los efectos del cambio climático. Estas dificultades impactan las capacidades de los productores para producir un café de alta calidad.
La AFD a través del Programa de Fortalecimiento de las Capacidades Comerciales (PRCC por sus siglas en francés) financia un proyecto de 900,000€ durante 3 años con el fin de apoyar a 7 organizaciones de “Grandes Cafés de Pequeños Productores”. Hemos entrevistado a los beneficiarios: Ruth Tovar, Jerónimo Prujin y José Fernando Rodríguez, de la asociación Símbolo Pequeños Productores Global (SPP Global).
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¿Cómo evolucionaron el sector cafetalero y la profesión de productor de café en los últimos años en México y particularmente en Chiapas?
José Fernando Rodríguez: En los años 70 la política productiva de la “revolución verde” se pone en marcha en México con el objetivo de producir grandes cantidades, sin importar las consecuencias y afectaciones al medio ambiente. Este sistema entró en crisis y, para finales de los años 80 y principios de los 90, se desplomó el precio internacional del café. En reacción a esto, algunos productores tumbaron las plantas de café y convirtieron sus terrenos en pastizales para la producción de ganado; otros las mantuvieron, pero con muchas dificultades y necesidades.
A pesar de los daños, las crisis antes señaladas se convirtieron en oportunidades para muchos productores y cooperativas de café, pero no necesariamente para los productores que siempre habían producido de manera convencional. En particular en Chiapas, las pequeñas organizaciones fueron de las primeras en empezar con una producción sostenible y responsable con el medio ambiente, a partir del conocimiento tradicional y la relación de los productores con la naturaleza. Es el caso de las organizaciones que forman parte de la red de SPP Global. No hay que olvidar que México es uno de los primeros países que inicia su incursión hacia la conversión orgánica de café, desde finales de los años 80.
Ruth Tovar: Es importante destacar que estas organizaciones en Chiapas son verdaderas pioneras en el tema de la producción orgánica. Ellas empezaron antes de que hubiera leyes que regularan la producción orgánica, pero no tenían la consciencia de que lo que hacían estaba relacionado con el cambio climático. Eran más bien prácticas que tenían que ver con una filosofía de vida, con el propio arraigo y la propia cultura de las organizaciones.

¿Cuáles son los nuevos desafíos y/o dificultades para los productores de café?
JFR: La calidad. En principio, México hace un café de buena calidad, pero falta un empujón para que sea realmente de muy buena calidad. Las cooperativas tienen buen café, pero no logran darle el valor que merece. Hay una necesidad de trabajar en la conservación de suelos, de hacer barreras vivas, capacitar el productor sobre el tema y buscar alternativas en las formas de producir. Aun así, no es suficiente: hay que ayudar a sistematizar todas estas nuevas prácticas y juntar estas ideas.
RT: Los requerimientos de los importadores son mayores, hoy no solo falta cuidar el medio ambiente produciendo café orgánico, también hay que tener una visión amplia: incluir a las mujeres y a los jóvenes, acompañarles en actividades que permitan diversificar la producción, como por ejemplo en iniciativas como la apicultura. En los años 90, el lugar para las mujeres campesinas era la cocina, pero ya no tanto: las organizaciones de Chiapas con las que trabaja el proyecto han podido avanzar mucho en el tema de acceso a recursos económicos y acceso a tierras por parte de las mujeres.
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Jerónimo Prujin: Añadiría que las cooperativas necesitan consolidar sus estructuras financieras y seguir el ritmo de los cambios sociales, por ejemplo, seguir el ritmo de la digitalización.
Sin embargo, para mí los desafíos en el campo chiapaneco van más allá del café.
Un reto muy grande es promover la visión de que en el campo se puede vivir, y vivir bien. Impulsar una visión positiva del desarrollo rural y comunitario. Si hay oportunidades en el campo, no todos los jóvenes tendrán que emigrar a la ciudad. También, el reto es seguir impulsando la inversión en el campo, para que no se abandone. En fin, estas inversiones permitirán que las familias que viven del café tengan ingresos dignos y que, al final, tengan acceso a una buena alimentación y salud.
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¿Qué resultados esperan?
JP: Esperamos potencializar el trabajo colectivo de pequeños productores en Chiapas, mediante una mejora en la producción y en la calidad del café de especialidad con otros actores. Es importante trabajar sobre otras actividades que permitan el emprendimiento y la diversificación de productos.
También, queremos encontrar y sistematizar prácticas que permitan una mejor resiliencia de las comunidades y de los cafetales a los efectos del cambio climático, cada vez más bruscos y duraderos.
Finalmente, uno de los retos del proyecto es que pueda servir como un caso exitoso de referencia para lograr una incidencia a nivel de políticas públicas y generar alianzas para una mayor inversión en el campo.